LAS SUSCRIPCIONES PARA LA CONSTRUCCION DEL HOSPITAL
En este escrito se incluyen datos, en buena parte tomados de búsqueda a través de hemeroteca, que me parecen curiosos, en relación con las suscripciones que se realizaron para la construcción del Hospital de la Princesa: Creación de la comisión de suscripciones, regulación y normativa de la misma, curiosas aportaciones de algunas Instituciones y particulares, cuantía de cantidades que eran recaudadas, así como de algún comentario de la prensa de la época sobre las mismas.
I. Normativa legal sobre las suscripciones
El día 11 de febrero de 1857 (días más tarde del atentado que sufrió la reina Isabel II) aparece en la Gaceta el Decreto de la Fundación del Hospital. El artículo 3 establece una suscripción “general módica” para que puedan contribuir personas de todas las clases sociales. El artículo 7 crea dos comisiones: Una en relación con las suscripciones y otra relativa a la construcción del hospital (o más hospitales).
Dos Reales Órdenes siguen a este Decreto de 11 de febrero de 1852 y firmadas por el ministro de la Gobernación Manuel Beltrán de Lis.
En la primera se nombran a las personas que regirán la comisión de suscripciones y dice así “(…) y se compondrá del Emmo. cardenal arzobispo de Toledo, presidente D.Manuel de la Pezuela marqués de Viluma, presidente que ha sido últimamente del senado; D.Luís Mayans, presidente que ha sido últimamente del congreso de los diputados; D. Vicente Pio Osorio de Moscoso, conde de Altamira, decano de la diputación de la grandeza, el capitán general de Castilla la Nueva, el gobernador de la provincia de Madrid y el alcalde corregidor de esta M.H. Villa, el cual será al propio tiempo secretario de la comisión” .
En la segunda, con varios artículos, reglamenta esta comisión de suscripciones: El art. 1 dice que “ en suscripción general (…) la cuota máxima no deberá exceder de 400 rs vn a fin de que puedan contribuir a una obra tan benéfica toda clase de personas, cualquiera que sea su posición o circunstancias”. En el art. 2 “ Se abrirá una suscripción especial para todos los individuos que forman clase, ya política o administrativa o de cualquier otra naturaleza (…)” El art. 3 dice así: “A medida que la suscripción se vaya verificando, dispondrá la comisión que se publiquen los nombres de las personas y clases suscriptoras con la designación de sus cuotas respectivas, teniendo presente que estos nombres han de conservarse de un modo más duradero en el mismo edificio que sea objeto de esta obra caritativa”. En el art.4 “Toda cuota de suscripción sea de la naturaleza que fuere se depositará por el mismo suscriptor en el banco español de San Fernando o en poder de sus comisionados en las provincias”. El art. 5 y último dice así: “Tan luego como se considere terminada la suscripción lo pondrá V.E. en conocimiento de este ministerio de mi cargo a fin de que pueda llevarse a efecto el propósito de S.M. que, conforme a lo dispuesto en el real decreto de este día, quiere contribuir eficaz y generosamente a esta piadosa obra dando así un nuevo e irrefragable testimonio de su maternal solicitud a favor de los desvalidos.”
Por datos que he tomado de la prensa de este periodo (en especial por el periódico “La Época”) conocemos que una vez creada la Comisión encargada de las suscripciones se continúa con el desarrollo jurídico y se establecen las instrucciones para toda España, que están contenidas en dos circulares:
Una para “los M.RR arzobispos, RR obispos, señores capitanes generales, de marina y demás autoridades de los distritos de la península y provincias de ultramar”.
Otra para “los presidentes de tribunales y corporaciones de la corte, excitando su celo caritativo para que secunden el pensamiento piadoso que ha concebido S.M., movida por su insigne piedad y por gratitud a Dios Todopoderoso por el reciente beneficio que ha recibido de la divina Providencia”.
A estas cartas se acompaña la circular con las instrucciones y reglas para la recaudación de la suscripción voluntaria. Esta circular u ordenanzas contiene cinco artículos que resumo así: Art.1: Las autoridades religiosas, militares y civiles dirigirán las cuestaciones en la capital y los pueblos de su provincia. Art. 2: La comisión puede asociar a su cometido a personas de dignidad , presidentes de corporaciones y particulares “que bien les pareciere”. Art.3: La recaudación tanto en la capital como en pueblos se depositará en el comisionado del Banco Español de San Fernando. Art. 4: Las cuestaciones se darán por concluidas el octavo día a contar desde su comienzo; y Art. 5: La comisión central de estas reglas puede alterarlas haciendo lo que se estime más conveniente para el mejor resultado de “tan piadoso objeto”.
II. Relación de algunas aportaciones – suscripciones realizadas
Las suscripciones eran publicadas en el periódico oficial (La Gaceta). Del libro “Hospital Universitario de la Princesa: 150 aniversario” cuya autora es Josefa Rivera Donoso recogemos “las donaciones iniciales que hicieron las Reina y el Rey: 40.000 y 20.000 reales, respectivamente” indicando más adelante que “el infante D. Francisco de Paula Antonio (padre del rey), había ofrecido 20.000 reales para colaborar al moblaje”.
Del periódico “La Época” recogemos la primera suscripción (2.000 rs) a la que se añaden la de los señores de la Comisión (3.500 rs). La segunda es de 3.410 rs y las dos de suscripción especial, a 10.660 rs la una y 81.903 rs la otra. Entre estas últimas, figura la aportada por el Sr. Weisweiller (financiero de origen alemán con intereses económicos en España) por valor de 10.000 rs. La presidencia del consejo de ministros, el consejo y la dirección de ultramar por 10.000 rs.
También del periódico “La Época” recogemos suscripciones realizadas por empleados del ministerio de hacienda desglosadas así: Todos los empleados del ministerio (8.400 rs), de la dirección general de hacienda pública (11.439 rs), de contribuciones directas y estadística (3.142 rs), de contribuciones indirectas (3.142 rs), de rentas estancadas (3.003 rs), de lo contencioso (2.648 rs), de loterías ( 7.334 rs), del tesoro (3.297 rs), de aduanas (3.667 rs), de la comisión de liquidaciones y débitos atrasados (1.364 rs), de la junta de clases pasivas (4.806 rs), de la comisión calificadora de empleados cesantes (666 rs) y de la dirección general de la deuda pública (14.936 rs). Puede con esto, también, valorarse “datos de organigrama” del ministerio de hacienda de entonces.
Es relativamente fácil encontrar aportaciones a este fin y cuantía de la misma buscando en “hemerotecas” y “portales especializados” a través de Internet (incluso por provincias). Son curiosas las reseñadas en los primeros números del mes de marzo de 1857 del “Boletín Oficial de la provincia de Orense”, donde en las mismas queda anotado el nombre del suscriptor, profesión, lugar de residencia, y cuantía de la aportación: Hay cientos (siendo numerosos los que ayudan con 2 rs).
Otra original forma de obtener ingresos para la construcción del Hospital viene expresada en el contenido de este anuncio publicado en “El Católico” (17-4-1852) en el que se lee:“Discurso Evangélico en acción de gracias al Todopoderoso por el feliz restablecimiento de la salud de S.M. la Reina nuestra Señora en su primera visita al santuario de Atocha el día 18 de febrero de 1852 por D. Ramón García y Antón, capellán de honor y predicador de S.M., canónigo de la santa iglesia metropolitana de Valencia. Se ha impreso a expensas y de orden de S.M. y se vende en la librería de don José Pérez, calle Carretas número 5; advirtiendo que todo su producto se destina para el Hospital de la Princesa”..
En “El Clamor Público” (29-6-1852) puede leerse: “He aquí una nota de lo que ha producido hasta el día la suscripción para construir el hospital de la Princesa, según los datos oficiales de los gobernadores del banco Español de San Fernando y de las provincias de la Península e islas adyacentes: Importe total de la suscripción 3.383.705,7 recaudado hasta el día 3.100.872,33. Falta por recaudar: 282.832,8”.
En el verano de 1856 “El Clamor Público” anota que “para el hospital de la Princesa se han recaudado 5.082.823 reales. Todas las obras hechas hasta el día han ascendido a 4.790.233, quedando un sobrante de 292.589 reales. La construcción de las sábanas, almohadas, colchas, cortinas y demás ropa ha corrido a cargo de la señora vizcondesa de Jorbalán, directora del colegio de niñas desamparadas de esta Corte que se ha prestado gratuitamente a este servicio, pagándose una ligera retribución a las presas en la cárcel de mujeres y otras personas pobres, que bajo la dirección de dicha señora hicieron las costuras”.
En los primeros días del mes de agosto de 1857, “La Gaceta” publica nota oficial de lo producido hasta el día“por la suscripción para construir el Hospital de la Princesa y asciende a 5.461.161 rs 20 mrs “.
En el libro anteriormente citado, nuestra compañera Josefa Rivera Donoso escribe: “En un resumen de la Junta del Hospital de la Princesa, el 28 de febrero de 1857, se recogen el total de las cantidades donadas y la distribución del dinero realizada hasta ésa fecha. El total de ingresos fue de 5.810.570 reales de vellón, de los que ya se habían distribuido 5.804.020 reales. No obstante, el coste total de la construcción y habilitación del Hospital sobrepasó el total de las cantidades donadas, y la Reina, como había prometido, puso de su propio bolsillo 63.869 reales de vellón y 59 céntimos; en carta enviada por la Casa Real al Vicepresidente de la Junta de Obras de fecha 26 de agosto de 1857, pone a disposición de la Junta la citada cantidad por Real Orden”.
Unos días antes de la inauguración del Hospital (que tuvo lugar el 23 de abril de 1857) el mismo periódico nos dice que “El hospital de la Princesa, ya próximo a inaugurarse, ha costado cerca de 6.000.000 rs., cantidad igual, con corta diferencia, a la recaudada”.
III. Comentarios, en prensa de la época, sobre las suscripciones
Expongo, a continuación, una anotación que aparece en “El Observador” (17-3-1852). A través de la misma vemos como “viudas, jubilados y cesantes” creen tener opción a la asistencia gratuita en el Hospital de la Princesa “después de haber sido invitados a que ayunasen dos o tres días” (es decir, entregando como también ahora se hace el importe de la comida como donativo o suscripción). Y consideran al hospital como “benéfico asilo”. Dice así:
“Las viudas, los cesantes y jubilados van a solicitar que se le destinen en el nuevo hospital de la Princesa algunas salas de preferencia para el caso en que tengan la desgracia de ir a parar a este benéfico asilo. Nosotros creemos que la petición debe ser atendida y que los demandantes tienen un derecho incontestable y porque en justicia les pertenecerá más de la mitad del edificio. De algo ha de servirles el haber contribuido con más de lo que podían después de haber sido invitados a que ayunasen tres días”. /p>
Pero parece ser que no es que fueran “invitados” sino que a través de “la habilitación de Clases Pasivas” (de la época) de sus haberes le descontaban, al menos en Madrid, el importe de tres días para destinarlo como suscripción para la construcción del Hospital de la Princesa. Puede leerse apunte periodístico sobre ello en “El Católico” de fecha 8-3-1952 pag.525, que no inserto en este escrito por no alargarlo más. Es este el motivo que justifica el artículo que a continuación recogemos.
Ya, diez días más tarde del anuncio de la construcción del hospital aparecieron en la prensa madrileña comentarios sobre la obtención de fondos a través de la suscripción “popular”. El periódico “La Época” (21-2-1852) reproduce un comentario que había aparecido en el periódico “Las Novedades”. Se hace interesante ya que expresa el sentir, que podría ser de muchos ciudadanos, ante esta magna obra que se avecinaba:
“Ya que han pasado los días de entusiasmo público, será preciso que claramente se vean estas cosas; que no nos dejemos alucinar con estruendosas palabras ni con afectados sentimientos que más sabe demostrarlos quien menos sabe tenerlos. Lejos de nosotros la idea de censurar el deseo de S.M. la reina de que se funde un hospital con el nombre de la augusta princesa, antes bien nos parece digno semejante deseo de su alta piedad y de los generosos sentimientos que en ella admiran todos los españoles, y más decimos, que aún cuando censurable nos hubiera perecido, bastaría sólo el nombre de la reina para sellar nuestros labios. El pensamiento es bueno, magnífico; el deseo noble, generoso; pero de la reina no son más que el pensamiento y el deseo; la ejecución y la realización a otros pertenecen.
A nosotros nos parece que las personas encargadas de llevar a cabo la voluntad de la reina, no han sabido interpretarla muy bien, y que por el contrario, están desnaturalizando tan grande idea. Esta es una materia perfectamente opinable, una materia en la cual caben de todo punto nuestras observaciones. No fue ni pudo ser el pensamiento de la augusta señora que rige nuestros destinos sacar una cuantiosa y onerosa contribución del país con ese objeto. Ni lo fue, que a sus empleados , aún los de menor sueldo, aún los que apenas tienen con que sustentar a sus familias se les sacara de una manera que no tiene de voluntaria más que el nombre, lo que se va levantar, no uno sólo, sino varios hospitales. No lo fue sin duda, que para remediar unos males se causaran otros, que mal es y grande arrancar tres días, y aunque sea uno de jornal, a quien no cuenta con otra cosa para su subsistencia. En buena hora que se suscriban los grandes, los capitalistas, los altos empleados, no por cien reales que semejante cuota es ridícula, aún repetida algunas veces y bajo diversos conceptos, sino por mil, por diez mil, que en donde mucho hay no será eso doloroso no notará ningún extraordinario sacrificio. En buena hora que se hubiera excitado el celo de los grandes títulos de Castilla, de los ricos comerciantes y banqueros, de los altos jefes de la administración pública que aun eso habría sido disculpable, ya que no acertado, porque en nuestra opinión no debiera admitirse otras suscripciones que las espontáneas. Pero hacer lo que se hace, medir casi con la misma vara al grande que al pequeño, hacer que done el infeliz que apenas tiene bastante para sustentar a su familia, casi tanto como el magnate , es un absurdo que no debe haber empacho en combatir, que toda imprenta debiera rechazar de consumo.
Si la suscripción continua como hasta ahora, si en las provincias se sigue el propio método que en Madrid no hay duda que se recaudará los bastante para hacer más de un hospital, y entonces S.M. la reina, que desea poner lo que falta, que desea de esta suerte mostrar el amor que profesa a sus súbditos, nada pondrá o tendrá que hacer un hospital por sí sola, ensanche muy temerario sin duda del pensamiento primitivo. Pero como les hemos dejado indicado, no está en esto el mayor mal, sino en que la suscripción imperceptible para los poderosos habrá cargado de tal manera sobre clases poco acomodadas, que en cierto modo podrá ponerse a la puerta del nuevo hospital después de concluido, la famosa cuarteta que dice:
“El señor Juan de Robles
con caridad sin igual
hizo posible este hospital
y también hizo a los pobres“
Carlos Cremades Marco
ANOTACIONES
He destacado “en negrita” alguna palabra o párrafo de los documentos periodísticos reseñados.
Las ilustraciones que se acompañan corresponden a la Puerta de Fuencarral (en sus aledaños fue construido el Hospital de la Princesa). La primera en fragmento del Plano de Texeira (1656). Y la segunda corresponde a una fotografía (probablemente realizada alrededor del año 1860) procedente del Museo de la Historia de Madrid.
El Banco español de San Fernando es el precedente del actual Banco de España. Oficialmente el cambio de nombre tuvo lugar en el año 1856 (Ley del día 28 de enero).
En el año 1868 el ministro de Hacienda Laureano Figuerola declara la peseta dividida en -100 céntimos- como unidad básica del sistema monetario español: Las primeras monedas se acuñaron en 1869. La equivalencia de las distintas monedas españolas en el siglo XIX quedan expresadas en este gráfico que a continuación se acompaña. Creo que se comprenden así mejor las aportaciones y costo del Hospital.
Daniel Bernhard, barón Weisweiller (Frankfurt 1814 -Paris 1892) era diplomático y representante del banco inglés Rothschild, con grandes intereses en explotaciones mineras y ferroviarias en España (durante el siglo XIX). Fue condecorado en España con la Orden de Carlos III y de Isabel la Católica. En su residencia de Madrid llegaron a organizarse “bailes” a los que solían acudir miembros de la familia real y alta nobleza madrileña.