Crónica Anda Madrid – 25 Enero de 2017 – María del Carmen del Olmo Segura

 

Una vez más el buen tiempo se alió con el Dr. Cremades, y nos acompañó durante la mañana que dedicamos a recorrer el histórico barrio de Malasaña o Maravillas.

Ha sido el grupo más numeroso de la historia de nuestras andanzas por Madrid con Carlos: unos 50.

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El cafetito lo tomamos en “Casa Malasaña” donde una vez apurado éste, y sofocado el alboroto por el reencuentro de antiguos compañeros, nuestro “amable paciente Dr. Cremades”, (entiéndase como persona con infinita paciencia), nos pidió atención para que observáramos un poster colgado en el fondo del local, en el que se hacía referencia al famoso chocolate “Matías López”.

Para la mayoría de asistentes fue una grata sorpresa saber que este emigrante de un pueblecito de Lugo consiguiera colocar su marca entre las tres primeras de Europa en el siglo XIX.

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Instituyó una cooperativa para sus obreros, les proporcionó vivienda, y a las empleadas embarazadas no les permitía trabajar. A sus hijos, les aseguraba un puesto de trabajo una vez alcanzados los 14 años, y después de haber terminado los años de escolarización.

Creó créditos para que los obreros que así lo quisieran pudieran adquirir en propiedad sus viviendas. También diseñó un seguro de enfermedad.

Como en muchas empresas familiares, sus herederos no supieron mantener el negocio heredado, y se vieron obligados a cerrar sus puertas en 1962, aunque felizmente, en el 2014, la marca “Matías López” ha vuelto a reaparecer en el mercado.

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Una vez finalizada la lectura de la carta que había recibido el Dr. Cremades de uno de los herederos de esta firma, salimos del local no sin antes recordar “Los pozos de hielo” que en el siglo XVII, algunos de ellos, se encontraban en la actual Plaza de Bilbao.

También recordamos el incendio de la calle Carranza en el que murió el joven madrileño Álvaro Iglesias habiendo salvado a varias personas que se encontraban en el edificio aquel fatídico día de 1982. Desde 2010 en el Parque de Berlín, hay una bonita estatua con la que el pueblo de Madrid le agradece su gesto tan valiente como generoso.

Por la calle Ruiz accedimos a la Plaza del 2 de Mayo mientras el Dr. Cremades nos recordaba la heroica gesta de este militar que a las órdenes de sus superiores Daoiz y Velarde, en 1808, defendió el cuartel de Monteleón del que actualmente solamente queda en pie un arco.

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Lucía un sol espléndido cuando llegamos a esta histórica plaza que vio morir a tantos vecinos de Madrid y cuyas biografías nos recordó con todo lujo de detalles nuestro erudito guía. La muerte a manos de las tropas de Napoleón de la joven costurera Manuela Malasaña, vecina de este barrio, lógicamente fue una de las recordadas, así como la de la valiente defensora del cuartel de Monteleón Clara del Rey, que murió junto a su marido y a uno de sus tres hijos.

El convento de carmelitas donde se veneraba a la Virgen de las Maravillas fue derribado y sus monjas expulsadas en 1869 tras el derrocamiento de Isabel II. Hoy en día solo queda en pie su iglesia que actualmente es la Parroquia de San Justo y Pastor.

En la calle de San Andrés admiramos la curiosa fachada de azulejos de la antigua farmacia y laboratorio “JUANSE”, obra, de los ceramistas Enrique Guijo y Juan Ruiz de Luna, que juntos, hicieron también la fachada de la cercana huevería de la calle de la Palma, donde en uno de los pisos de esta finca, vivió de niña Rosa Chacel y que recordaría con cariño en su novela “Barrio de Maravillas”.

El tiempo en tan variopinto y animado paseo pasó sin darnos cuenta, y aún nos quedaba por ver la Exposición de Carlos III, así que hubo que apretar el paso para llegar al antiguo Real Hospicio del Ave María y actual Museo de Madrid donde finalizaría la visita.

Disfrutamos como críos admirando el Belén napolitano y la maqueta de Madrid del ingeniero León Gil de Palacio, pero como la hora del aperitivo ya la habíamos sobrepasado y tanta cultura nos había mermado mucho la energía cerebral, esta vez, los hambrientos comensales dedicaron poco tiempo a las despedidas y partieron raudos y veloces hacia la deseada pitanza.

¡¡ Nos vemos en la próxima, amigos !!

Un saludo

María del Carmen del Olmo Segura