Crónica de la última salida del curso 2018-19
Por
Julia de Campos
Maravilloso, deslumbrante, sobrecogedor, contemplar en un día soleado de otoño estos paisajes naturales de una espectacular belleza que impresiona gratamente al visitante. Desgraciadamente son desconocidos para el gran público, como lo es esta zona del sur de Soria.
En estos parajes abundan recoletos pueblecitos y caseríos, algunos con una importancia antaño relevante, aunque hoy en día perdidos en el olvido, no por ello dejan de conservar la huella de su singular y sencilla belleza.
Hemos podido admirar sus iglesias románicas como la de Santa María de Caracena. En este pequeño pueblo, tuvimos la oportunidad de saborear unos sabrosos torreznos, pasear por sus solitarias calles, y respirar un límpido aire que expandía nuestros pulmones.
Estas tierras, conocieron sus días de guerra y gloria, coincidiendo judíos cristianos y moros allá por el siglo 9 y 10, que dejaron su impronta tanto unos como otros; así podemos comprobar en nuestra visita a la gran fortaleza califal de Gormaz, declarada monumento artístico histórico desde 1931, capaz de albergar entre sus muros a ejércitos árabes que luchaban en la orilla norte del nuestro poético río Duero, con los invencibles caudillos de uno y otro lado como Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, en el lado cristiano, o el caudillo árabe Almanzor en el lado musulmán.
La medieval y amurallada ciudad en la que pernoctamos El Burgo de Osma, con su portentosa y hermosa catedral con una mezcla de estilos gótico y barroco, su palacio episcopal, antigua Universidad de Santa Catalina y la sobria fachada del hospital de San Agustín junto a la Plaza Mayor, nos resultó un admirable itinerario que nos transportaba a otra época de nuestra historia con su impecable y sobria muralla.
En otro orden de cosas, la poca experiencia senderista de algunos@s de las componentes, produjo alguna pequeña incidencia con los escarpados riscos que no pasó de anécdota. Vadeamos tanto la zona del río Caracena como Talegones, donde pudimos contemplar, no sin admirarnos, sus enormes paredes calizas por las que transitamos, con cerradas hoces y estrechos senderos, sobre los que en ocasiones vimos también a hermosos buitres sobrevolando la zona.
Disfrutamos de esta fulgurante belleza otoñal con un arcoíris de colores que se degradan desde el rojo de las hojas de los castaños hasta el amarillo de los chopos, reflejado en el río Ucero en El Burgo de Osma.
Durante esta corta y entrañable convivencia ha prevalecido siempre un ambiente de compañerismo y risueña camaradería que todos hemos podido disfrutar.
Vemos claramente que el grupo de senderismo cobra cada día mayor relevancia y crea nuevos socios, gracias a sus gestores Carlos y Escoli; así como al buen hacer de la Asociación al Alba, con Pablo y Margarita que son sus caras ocultas pero atentos a todo.
Agradecer a todos que las excursiones sigan resultando un completo éxito es nuestro más firme propósito.